-Este artículo trata
sobre la situación de las mujeres durante el ministerio de Pablo de Tarso, no
sobre la prohibición al sacerdocio femenino en el cristianismo, cuestión
tratada en la Declaración Sobre la Cuestión de la Admisión de las Mujeres al Sacerdocio Ministerial, sobre la
cual Juan Pablo II recogió lo esencial en Ordinatio Sacerdotalis.
Ver foro sobre el tema aquí-.
Pablo utilizó los
preceptos de su cultura para tratar de imponer orden en la congregación de
Corintios (en Grecia), que estaba toda desbocada y llena de discusiones;
y así estableció normas prácticas para observarse en las
reuniones cristianas, a fin de que todo proceda con orden y
decoro. En visión de conjunto, podemos reducirlas a
cuatro: que no hablen muchos en cada reunión, que no
hablen varios a la vez, que los que hablaran en lenguas diferentes no lo
hicieran si no había intérpretes y en tal caso que lo hicieran por turnos, y
por ultimo estableció que las mujeres no hablaran
durante las reuniones: “Como es costumbre en las congregaciones de
los creyentes, guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está
permitido hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley. Si quieren saber
algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que
una mujer hable en la iglesia.” (1 Corintios 14:33-35).
Como señaló el mismo Pablo, era una costumbre o precepto social y para evitar
así mayores vicisitudes, aconsejaba esto. En Grecia las mujeres no
podían participar en política, no tenían propiedades ni derecho a herencia y no
podían siquiera participar en los simposios o banquetes. Los Corintios estaban
en proceso de conversión, y no había iglesias como hoy las
conocemos, sino centros de reunión donde la gente iba era más
bien a discutir y discutir las nuevas ideas que propugnaba cristianismo. La
iglesia de los corintios era bastante conflictiva. Pablo les tuvo que escribir
3 cartas. Pero todavía décadas después, en el año 96, Clemente, el tercer
obispo de Roma (sucesor de Pedro, Papa) también tuvo que escribirles una carta
llamándolos al orden.
El primer concilio
-reunión entre los líderes cristianos de todas las iglesias para pactar normas
y tomar decisiones comunes respecto a diversos asuntos- se dio en Jerusalén.
Este concilio se dio a petición de Pablo y otros líderes cristianos. Pero Pablo
tuvo que ir a Jerusalén hacia donde estaba Pedro. Este concilio se hizo
precisamente porque Pablo no era autoridad para imponer normas sobre todas
las iglesias. El primero que habló en el concilio fue Pedro (Hechos cap. 15). En
aquel concilio no se estipuló ninguna restricción sobre la participación de las
mujeres en las reuniones o en la predicación o enseñanza sobre hombres. Esto
significa que los mandatos de Pablo a los corintios o a Timoteo no se pueden
aplicar a todas las iglesias. Los mandatos de Pablo (incluso los de inspiración
divina) fueron temporales solo al tiempo de su ministerio y solo a las iglesias
donde el ejercía autoridad, así como también las leyes mosaicas fueron solo temporales y dirigidas solo al pueblo hebreo. Los únicos mandatos absolutamente permanentes e
inmutables son aquellos estipulados por Jesús.
En 1 Timoteo 2: 11-12 Pablo
dice: “11 La mujer debe aprender con serenidad, con toda sumisión.12 No permito
que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él; debe mantenerse
ecuánime”.
Sin embargo, la realidad
es que hubo 4 predicadoras importantes alabadas por el mismo Pablo (excluyendo
a las profetizas): Evodia, Síntique, Priscila y Junia (Filipenses 4:2-3, Romanos 16:1-27).
Sobre Evodia y Síntique, dice que: “ellas lucharon conmigo en la
predicación del evangelio”. Junia, al parecer,
habría sido encomendada por el mismo Jesús a predicar. Priscila es
mencionada muchas veces en la Biblia
y por delante de su esposo y se presume llevaba la delantera por encima de este; Priscila incluso corrige a
Apolo, después de un discurso que este pronunciara en la sinagoga;
lo sacó a un lado y le explicó con mayor precisión acerca
de Jesús (hechos 18:24-28)
- Apolo fue un predicador muy sobresaliente y hábil, que fue
alabado por el mismo Pablo y lo acompañó en algunos viajes.- Aquí hay una
contradicción evidente, puesto que Pablo había expresado tanto en su carta a
los corintios (implícitamente) como en su carta a Timoteo (explícitamente), un
rechazo (cultural) a que la mujer enseñase al hombre. Vemos que, o bien Pablo
cambiaría algo de opinión o que en la práctica esto no se dio-.
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Pablo no despreciaba a
las mujeres. En su carta a los Romanos -a cristianos residentes en Roma- (Romanos 16:1-27) de 24
personas a las que Pablo manda saludos, 9 eran mujeres, pero sobresale el
especial cariño y afecto expresado sobre Priscila y Febe,
esta última diaconisa (diakonon διάκονον - ministra, administradora) de
la congregación de Cencreas, prueba de que las mujeres sí
podían alcanzar posiciones de cierta autoridad (aunque no fuera la norma). Pablo pide a los romanos que recibieran a
Febe con un trato digno de los santos y que la ayudaran en cualquier cosa que
necesitase, porque ella había ayudado a muchos y a el
mismo también.
En el Antiguo Testamento
también encontramos ejemplos de mujeres con autoridad, como el extraordinario
caso de Débora,
quien, con la aprobación de Dios, gobernó a Israel muy
exitosamente y llevando la paz durante 40 años (Jueces 4;5).
La Declaración Sobre la Cuestión de la Admisión de las Mujeres al Sacerdocio Ministerial de la Sagrada Congregación
para la Doctrina
de la Fe dice que:
“constatamos a través de los Actos de los Apóstoles y de las Cartas de San
Pablo que algunas mujeres trabajan con el Apóstol en favor del Evangelio
(cfr. Rom. 16, 3-12;Fil. 4, 3). El indica con
complacencia sus nombres, en los saludos finales de las Cartas; algunas de ellas
ejercen con frecuencia un influjo importante en las conversiones: Priscila,
Lidia y otras, sobre todo Priscila, quien lleva a cabo el perfeccionamiento de
la formación de Apolo (cfr. Act. 18, 26);
Febe, que estaba al servicio de la
Iglesia de Cencres (cfr. Rom. 16, 1). Estos
hechos ponen de manifiesto en la
Iglesia apostólica una considerable evolución respecto de las
costumbres del judaísmo”.
Pablo era un predicador,
uno de los más importantes -aunque no conoció a Jesús - llevó el
cristianismo a Corintios y otras partes del imperio romano. Pablo era una gran
autoridad moral en los lugares donde fundó congregaciones y muy respetado, pero
sus palabras no se escribían en piedra. A pesar de que Pablo le
suplicó a Apolo que fuera inmediatamente a Corintios, este decidió ir a
otros lugares primero en contra de su voluntad, pero eso no hizo para nada que
Pablo perdiera su aprecio por el (1Corintios 16:12).
Pablo estaba inspirado
por Dios y tenía el don de lenguas, pero sus palabras eran sus palabras, sus
cartas son muy personales: “los consejos que les doy son los de un
hombre a quien el Señor en su bondad ha hecho digno de crédito (…) Yo pienso
que ésa es una buena decisión. En vista de las dificultades presentes…”
(1corintios 7:25-26). En
su carta a Timoteo le aconseja: “Ya no bebas agua, sino usa un poco de vino a
causa de tu estómago y de tus frecuentes casos de enfermedad”. (1Timoteo 5:23).
Las cartas de Pablo eran
escritos de ocasión, respuestas a situaciones concretas. Pablo recurrió muchas
veces a nociones helenísticas muy alejadas del judaísmo mientras que otras
veces habló como un judío estricto y observante de la ley, características que
dificultan la exacta comprensión de sus mensajes.
De cualquier forma, Pablo
es considerado como uno de los discípulos más importantes de Jesús, a pesar de
no haber pertenecido al círculo inicial de los Doce apóstoles. Pablo fue el
motor de la expansión del cristianismo a través del imperio romano.
En su carta a los
Tesalonicenses, debido a un desorden mayúsculo que había en
esa comunidad, Pablo se vio motivado a expresar lo siguiente:
“7 Porque ustedes mismos
saben la manera como deben imitarnos, porque nosotros no nos portamos
desordenadamente entre ustedes, 8 ni comimos alimento de nadie gratis. Al
contrario, con esfuerzo laborioso y afán, noche y día estuvimos trabajando para
no imponer una carga costosa a ninguno de ustedes. 9 No que no tengamos
autoridad, sino a fin de ofrecernos como ejemplo a ustedes, para que nos
imiten. 10 De hecho, también, cuando estábamos con ustedes, les dábamos esta
orden: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. 11 Porque estamos
oyendo que algunos están andando desordenadamente entre ustedes, y no hacen
ningún trabajo, sino que se entremeten en lo que no les atañe. 12 A los tales les damos la orden
y exhortación en [el] Señor Jesucristo de que, trabajando con quietud, coman
alimento que ellos mismos ganen”.
¿Deberían hoy día todos
los sacerdotes de la Iglesia Católica o
los superintendentes y algunos pastores de las iglesias protestantes
o los misioneros trabajar para ganarse su propio pan porque Pablo se lo dijo a
los tesalonicenses? No necesariamente si la iglesia está bien financiada y bien
organizada, menos aún en el caso de los sacerdotes católicos, puestos que
a estos no hay que mantenerles familias. De todas formas, muchos sacerdotes y
misioneros trabajan. Igual todo depende de circunstancias concretas, no se
puede ser farisaico en eso. Si la cosa está financieramente muy mal en
determinada zona, distrito, parroquia o arquidiócesis, sería conveniente que el
sacerdote, pastor o misionero se esfuercen por buscar un trabajo secular de medio tiempo para
complementar los fondos.
La Biblia toda debe ser leída siempre interpretativamente; con
sentido crítico e histórico, nunca literalmente.
Ahora algunas citas importantes de Pablo:
Ahora algunas citas importantes de Pablo:
“10 Os ruego, hermanos,
por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y
que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un
mismo sentir y en un mismo parecer (…) 12 Cada uno de vosotros dice:
Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de Cristo. 13 ¿Está
dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis
bautizados en el nombre de Pablo? (…) 24 mas para los llamados, tanto
judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.”
“3.Mientras haya entre
ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están comportando
según criterios meramente *humanos? 4 Cuando uno afirma: «Yo sigo a
Pablo», y otro: «Yo sigo a Apolos», ¿no es porque están actuando con criterios
humanos? 5 Después de
todo, ¿qué es Apolo? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores por medio de los
cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada uno.
9 En efecto,
nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de
cultivo de Dios, son el edificio de Dios.10 Según la gracia que Dios me ha
dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre
ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, 11 porque
nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es
Jesucristo. 12 Si alguien construye sobre este
fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y
paja, 13 su obra se mostrará tal cual es (…) 18 Que nadie
se engañe. Si alguno de ustedes se cree sabio según las normas de esta época,
hágase ignorante para así llegar a ser sabio (…) 21 Por lo tanto,
¡que nadie base su orgullo en el hombre! Al fin y al cabo, todo es de
ustedes, 22 ya sea Pablo, o Apolo, o Cefas, o el universo, o la vida,
o la muerte, o lo presente o lo por venir; todo es de ustedes, 23 y
ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.”
Es natural e inevitable
que las personas se organicen en torno a una fe, y así es
como debería ser, pero esto debe hacerse con buen juicio, con espíritu democrático, abierto,
apacible, respetando las opiniones de los demás, buscando la unidad y el
consenso en los puntos más importantes y aceptando diferencias en puntos menos
importantes pero siempre evitando las divisiones, que es lo peor que puede
pasar y deben evitarse a toda costa.
Así, Pedro, Pablo,
Bernabé y demás líderes de las primeras iglesias cristianas se
reunieron en el Concilio de Jerusalén y llegaron a acuerdos
para así poder proseguir unidos en la predicación y en la fe. (Hechos cap. 15).
“El amor es sufrido y
bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta
indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No
lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija
con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera,
todas las aguanta.”
En galatas 5:22-23,
“Los frutos del espíritu son: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad,
bondad, fe, apacibilidad, autodominio.”
y en Colosenses 3:13 “Continúen
soportándose unos a otros”.
En 1 corintios 7:3-5 Pablo
da los siguientes consejos sexuales: “3Que el esposo dé a su esposa lo que le
es debido; pero que la esposa haga lo mismo también a su esposo. 4La esposa no
ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; así mismo,
también, el esposo no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino
su esposa. 5No se priven [de ello] el uno al otro…”